viernes, 22 de marzo de 2013

Después no digan

FUE UN HOMBRE SENSIBLE, DECIDIDO Y HUMANO

Una entrevista de Leonardo Padura Fuentes


Norberto Fuentes va a cumplir 42 años. Y aunque se está poniendo viejo a una velocidad vertiginosa —bueno, lo más terrible es que la velocidad es idéntica para todos—, sus gustos no han cambiado mucho. Es más, son los mismos que tenía aquel verano de 1961 cuando lo enviaron a Finca Vigía con la enorme responsabilidad de escribir un reportaje sobre el reciente fallecido Ernest Hemingway, dueño y señor de la singular propiedad de San Francisco de Paula, en la que, entre libros y trofeos de guerra deambulaban aún los gatos negros del célebre escritor americano.

Pero el reportero de 18 años que aterrizó en Finca Vigía —con la cara perdida detrás de sus anchos espejuelos de miope sin remedio— ya prefería, sobre todo, tres cosas en el mundo: cazar bandidos en las montañas, escribir y oír la música de Elvis Presley. Veintitrés años después, Norberto Fuentes puede considerarse un hombre realizado: ha perseguido bandidos en Cuba, ha escrito todo lo que su proverbial y famosa vagancia le permite y obliga a sus amigos a escuchar grabaciones del Rey del Rock and Roll.

Pero si Norberto Fuentes fuera únicamente lo que de sus peculiares gustos se desprende, yo no me hubiera complicado la vida. El mayor problema radica en que este mismo señor es uno de los más brillantes periodistas cubanos de estos últimos años y ya se sabe que entrevistar a un periodista puede ser más difícil —como se ha visto— que hacer hablar a un perro. Simplemente porque el perro no come perro. Por suerte para mí después de hablar un par de horas con Norberto y confiarle que me habían encargado una entrevista ligera y sabrosa para la edición del domingo, me miró con cara profesoral y me dijo:

—Mira, compadre, en la revista Cuba se decía que si tú escribías en un reportaje que tal persona es inteligente, viste bien y que es un bárbaro, nunca te iban a llamar para felicitarte. Ahora, si le hacías una crítica, por más justa que fuera, iba a protestar de todas formas. Así que inventa esta entrevista, pero di cosas buenas de mí, que no vas a tener líos.


Siete años de soledad 

El Floridita estuvo de fiesta. Ese bar habanero que durante 30 años albergara la melancolía de Ernest Hemingway, recostado en un extremo de la barra mientras bebía sus daiquirís dobles sin azúcar, fue el escenario más propicio para el lanzamiento de la esperada edición cubana de Hemingway en Cuba, el libro que durante siete años no dejó dormir a Norberto Fuentes.

—Todo comenzó en 1974, cuando llegué al museo Hemingway, en la Finca Vigía. Yo había estado allí en 1961, a raíz de su suicidio, pero eso no provocó en mí mayores consecuencias. Cuando volví, 13 años después, ya había leído Islas en el Golfo y me encontré con los papeles y cartas de Hemingway. Entonces comprendí que allí había material para un libro que podía revelar algunos secretos. Hasta 1981 estuve escribiendo Hemingway en Cuba.

El resultado es éste; un volumen de 700 páginas y más de 200 fotos que, como dije hace unas semanas, descifrará definitivamente algunas interrogantes que aún subsisten sobre la vida cubana del autor de París era una fiesta. Pero este libro, además, tiene otros valores muy específicos, entre los que se destaca, por su calidad periodística. A mi juicio, Hemingway en Cuba es un fluído reportaje de 800 cuartillas.

Sin embargo, Norberto Fuentes no piensa lo mismo:

—Creo que por la estructura —me dice— el libro puede parecer un reportaje. Su organización es eminentemente reporteril, igual que la labor previa de su escritura. No obstante, yo veo el libro como un ensayo en el sentido norteamericano: es una búsqueda libre sobre un determinado tema, una descarga al estilo del jazz, donde no me propongo ningún análisis crítico sino una presentación realista de la personalidad de un hombre que ha sido visto desde posiciones antagónicas. Hasta ahora existía el Hemingway desacreditado por Gertrude Stein y otros escritores, y el Hemingway deificado por biógrafos apologéticos —bastante derechistas, por cierto—, como su hermano Leicester, un reaccionario de pura cepa. A mí me interesa más el hombre, hecho por un equilibrio de virtudes y defectos.

—¿Pero no crees que toda tu literatura tiene un origen y un estilo periodístico?

—¿No será al revés? Creo más bien que todo mi periodismo está marcado por la literatura. Mis reportajes no son ortodoxamente periodísticos, sino más bien literarios.

—Eso evidencia ciertas influencias, ¿verdad?

—Por supuesto: de los escritores soviéticos con Babel a la cabeza; y de los norteamericanos afiliados al nuevo periodismo, sobre todo Norman Mailer.

—¿Y qué te propusiste al escribir Hemingway en Cuba?

—Escribir del Hemingway que conocí a través de sus cartas, sus amigos, sus libros, su vida en Cuba y entre los cubanos. Encontrar al artista real, humano y auténtico. Revelar su estatura política con elementos desconocidos u obviados —con toda intención— por otros biógrafos que han llegado a tergiversar su postura en la Guerra Civil Española, y que a pesar de las declaraciones públicas que hizo Hemingway "se han enterado" de que "en privado" se manifestaba en contra de la Revolución Cubana. Esos son los mismos que aseguran que Hemingway vivía en Cuba sólo por el clima.

—¿Cuál ha sido la acogida del libro en los Estados Unidos?

—Ha sido una sorpresa para los norteamericanos. Pienso que esperaban algo más académico sin la ligereza —¿reporteril?— de este. Ha tenido críticas favorables en publicaciones importantes como The New Yorker, y Publisher Weekly, pero en otras revistas menores me han dicho horrores. Pero eso no me preocupa.

—Además de escribir el prólogo, ¿qué ayuda te prestó García Márquez?

—Toda la ayuda. El Gabo es un excelente amigo y me alentó desde el principio, me criticó y me celebró. Realmente le estoy muy agradecido, por su ayuda literaria y por su amistad.

 La cabra siempre tira al monte

Después de terminar la redacción de Hemingway en Cuba, Norberto Fuentes partió hacia el África, pero no precisamente a participar en un safari melancólico organizado en memoria del autor de Las nieves del Kilimanjaro: el periodista y escritor cubano se dirigía a la hermana República de Angola, para incorporarse al ejército internacionalista cubano, con el general Raúl Menéndez Tomassevich.

—Estuve un año y medio en Angola, con el propósito de escribir sobre los combatientes internacionalistas. Conmigo estuvo el fotógrafo Ernesto Fernández y el resultado de esa experiencia es un libro testimonial que espero terminar este año.

—¿Y qué harás después?

—La historia de la lucha contra bandidos en el Escambray.

—¿Y después?

—Regresaré a la ficción. Ya tú sabes que una de las cosas que más me gustan en el mundo es peinar una montaña donde haya bandidos —a pesar de que, como tú dices, me esté poniendo viejo. Pues de las experiencias que he tenido voy a escribir algunas cosas —cuentos, tal vez. Me gusta la literatura épica y voy a regresar a la literatura por el camino de la épica, con el sonido de la guerra.

—Norberto, vamos a terminar la entrevista volviendo a Hemingway. ¿Qué es lo que más admiras en él?

—Su integridad personal: admiro su valor como artista, su posición política siempre bien definida. Él era un hombre hecho de una pieza, con un gran sentido de la amistad, el decoro, amante de las buenas bromas. Y también admiro su autenticidad: pienso que él era tal como se dejaba ver y si se creó un personaje “público” es porque él mismo era ese personaje público. No podía ser de otra forma. Hemingway fue un hombre sensible, decidido y humano.

POST-DATA

Norberto: Seguí tus consejos.
Espero que no llames al periódico.
Saludos,
Padura

[Juventud Rebelde, 1985]

Arriba: Foto distribuida como objeto publicitario por el editor americano de Hemingway in Cuba. Es en el apartamento habanero de la familia Fuentes, enero de 1985. La entrevista de Padura repetía el propósito publicitario pero en favor de la edición cubana del libro. Abajo: Padura (derecha, pañuelito al cuello) en lo que parece ser una fiesta, circa los 80. El hombre que amaba la rumba.