sábado, 2 de marzo de 2013

Pues... sí


Tuve que esperar algunos años después de estas fotos para recibir el siguiente mensaje de Alberto Batista.

                                                                                                                                
De: AlbertBatista@...
Para: norber@...
Enviados: Sábado, 2 de Marzo 2013 0:02:44
Asunto: Norber….¡¡¡llegaste a los setenta!!! y...

... lo hiciste en un tiempo tormentoso que suele dividirse entre los que no pudieron llegar y los que llegaron, pero viven como los que no pudieron llegar.

No pudieron llegar:

Por eso su nombre jamás aparecerá en Google; pero tu amigo y handyman Horacio, fue el servidor más dedicado y fiel que esclavista alguno tuvo en su vida.

Tampoco llegó el pobre Bernardo Callejas, quien nos dejó a todos con la duda eterna de si alcanzó a rellenar su ansiado, y bien protegido, litro de leche.

Ni Douglas, a quien veo todavía sonriendo, desde el balcón de su apartamento en El Vedado, esperando el lanzamiento bondadoso de tu blue jean (bastante estrujado y algo sucio) que le permitiría casarse una hora después, con cierto decoro en su indumentaria.

No llegó a estos días el supuestamente extraordinario Romualdo Santos, quien te mantuvo traumatizado, durante largos años, por tú creencia (casi absoluta), de que a él le sobraba, lo que a ti te faltaba.

Se fueron el bandido García Guitar y el cazabandidoTomasevich.

Dejaron de perturbarnos los pensamientos guevaristas de Mercedes Santos Moray (que omitió el sagrado nombre de Fidel en su primer libro de poesía) y los inicios de la cultura militante de Jesús Díaz.

Perdimos los inolvidables editoriales de Euclides Vázquez Candela y las súplicas de Jorge Enrique Mendoza por ser considerado el más fiel seguidor de la Sierra Maestra.

Nos dejó el bolchevique estrella del Partido Socialista Popular cubano, Adolfo Rivero Caro, metamorfoseado luego en ideólogo oficioso del nazismo republicano.

Perdimos a Gregorio, y hasta su yate, pero el viejo nos dejó una eterna lección de hombría, y la pusimos en práctica a bordo de una guagua de la ruta Cojimar-La Habana, envueltos en efluvios de alcohol y olores a tabaco y...

Se nos adelantó Adria Santana, llevándose sus admiradas tetas, por cuya visión tuve que esperar 27 años (27 Norber, 27), hasta que las pude ver (con todo el esplendor de sus días universitarios), sobre las tablas de un teatro neoyorquino, compartiendo el momento sublime con cientos de espectadores gringos, paralizados ante el espectáculo teterífeco de “la espía que llegó del trópico”.

Nos dolió la partida del eterno Rine Leal, halagándote siempre, pero recordando en cada momento (nunca dejaba de hacerlo) tu gran temor ante la presencia de una cuartilla en blanco. “Peor que la de Supermán ante la kriptonita”, solía decir, para ejemplificar el terror que tú experimentabas.

Recordamos al “Quinte”, el único jefe que tuve sin conocerlo, cuando en 1961 me nombraron en Holguín, oficialmente, en el flamante cargo de “Responsable Regional de la revista Mella”. Años después el “Quinte” me diría algo que nunca entendí: “Si eres su amigo, Norberto nunca será tu enemigo; el gran problema es que con Norberto nunca se sabe dónde está el enemigo” .

Llegaron, pero viven como los que no pudieron llegar:

La gran líder [el nombre de una muchacha], quien llegó hacer de todo en su agitada existencia, DE TODO, NORBER, pero a quien la vida le negó (de manera empecinada) sus dos mayores anhelos: conquistar el corazoncito del hijo intelectual de Estrella y Norberto y… ¡mantenerse alejada de una botella!

[El nombre de otra muchacha], con su antigua radiante belleza, convertida hoy en la matriarca de las arrugas del teatro de Miami.

La erupción, permanente y diluviana, de la baba de Luis Báez, preocupado por lo que piensa el Comandante de cada uno de sus descargas sobre el linotipo (ayer) y la computadora (hoy).

Por ahí anda [el nombre de un amigo], quien de tanto explicarle a su mujer lo grande que tú eras, la susodicha acabó enamorándose de ti como toda una Julieta, pero sin el apoyo logístico de un balcón o de Romeo.

Por eso, querido Norber, a estas alturas de la vida, ya casi puedes hacer tuyo, y añadirle tu nombre, a aquel epitafio histórico. El gran epitafio que tanto le gustaba (y hacía reír) a otro que no puede acompañarte hoy, en este memorable 2 de marzo del 2013, tu setenta aniversario.

Aquí ya hace el poeta Nicolás Guillén. Perdónenme, por haberlos hecho esperar tanto.