jueves, 18 de abril de 2013

Dialéctica de la ilusión






¿Dónde están todos ustedes ahora? ¿Dónde, hermanos? ¿Que López Cuba se murió de repente? Mentiras. ¿El viejo Cubita? Si míralo ahí, a la derecha de Fidel en la escotilla abierta del SAU-100. Enseñándolo a dirigir el fuego contra el Houston, encallado a medio kilómetro, sobre los arrecifes al oeste de Playa Larga. Él, con su gorro de comunicaciones hasta las cejas. ¿Gamonal? ¿Qué el Gamo se decapitó contra la cama de una rastra apagada casi a la entrada de Bayamo? ¿El camorrero de la tropa de choque del Partido procedente del sindicato del comercio seleccionado como jefe de la escolta y siempre a 160 kilómetros por hora en aquellos Oldsmobile 60 color vino que movían al jefe. Mentiras. Nada de muerto. Miren donde está, a la derecha, pegado a la torreta del tanque T-34 desde donde Fidel ha efectuado los primeros disparos contra el Houston. ¿Pepe? ¿Qué a Pepe Abrantes lo mataron —o, peor aún— lo dejaron morir en una cárcel para presos por delitos comunes? ¿Cohecho, narcotráfico, tenencia ilícita de armas y no sé cuántas mierdas más le inventaron? Mentiras también. Si míralo ahí, entre Fidel y Gamonal, cargándole el FAL a Fidel, entero, leal y precioso. Por supuesto que la victoria está garantizada. Porque todos somos uno. Miren, estamos así. Un puño. Cerrado. Inextricable. Si acaso, descuenten 52 años a nuestra eternidad. Aquel fue el día. Aquel, el lugar. ¿Pero por fin dónde están? Ustedes. Y sobre todo, ¿dónde está Fidel? ¿Dónde coño está?