martes, 28 de mayo de 2013

9.050 horas


Foto: Clive Rudd
Hoy hace 26 años que el general de brigada Rafael del Pino hizo posar las ruedas de su Cessna en una base militar de Key West, luego de un vuelo de unos 20 minutos desde el aeródromo de Ciudad Libertad, en La Habana. Traía a su mujer y dos de sus hijos a bordo. Como él mismo dice, a la usanza de Neil Armstrong al descender en la luna: “Un corto vuelo pero un enorme salto para una familia”. Lo cierto es que pocas cosas han removido los cimientos de lo que ahora aquí se llama castrismo, como esta deserción.Veintiséis años. Pues ahora Rafael del Pino es este viejón fuerte que se las da de hippie con su cola de caballo y que me envía mensajes electrónicos desde los lugares más recónditos del mundo, siempre firmados como El Águila Vueltabajera. Orgulloso piloto de combate (de ahí el Águila en un territorio donde tal bicharraco no existe) de la provincia de Pinar del Río, que se le suele llama Vuela Abajo o Vueltabajo (pegado) por uno de sus valles de tierra prodigiosa para el cultivo del tabaco. Y por ahí anda, con sus molleros de piloto bien alimentado y su sonrisa maliciosa y sus eternas ganas de joder (en ambas acepciones, la cubana y la española), lo mismo en Grecia —me dice que se encontró ayer a Anthony Quinn—, que frente a la puerta de una oficina del PC francés ¿en Burdeos?, donde saluda a la cámara con el puño izquierdo en alto, que en una tupida selva de Kenia —donde dice que Tarzán lo invitó a cenar tres plátanos burros, y la observación inevitable de que Juana tiene “tremendo fambeco”, o lo que es igual, trasero, pero en pinareño. Es decir, que el águila vuela cada vez más alto y más lejos. Un águila que lleva su laptop firmemente agarrada en el encuentro del ala con el bólido del cuerpo, lo que en aviación se conoce como la viga madre. Va cargadita esa laptop. Ya ha soltado dos libros nuevos. Y tiene en preparación Los años de la guerra. Un mamotreto sólido, como no existe otro en la literatura cubana. Tiene aquella onda que tanto nos subyugaba de las memorias del invencible mariscal Georgi Zhukov. Y mientras más jodedera mete en nuestros mensajes, más me doy cuenta yo que está ensimismado, que se abruma bajo la carga de escribir una obra y que se le va la vida. Y él que creía haber recibido ya todas las cargas de gravedades negativas al comando de su MiG-21 PF. Vuelta alto el Águila. El cielo es tuyo.