lunes, 1 de julio de 2013

Labor of love


Entre 1985 y 1986 yo fui el escritor que más dinero ganó en Cuba. Desde luego, a fines de 1986 todo había sido dilapidado y si tomamos en cuenta que el único vicio que me dominaba entonces era fumar cigarros Populares (o Montecristo, de exportación, cuando se conseguían), nunca más de una cajetilla diaria, y que además, como era un vicio que yo dejaba y volvía a agarrar de vez en vez, pues no puede decirse con exactitud en qué yo boté mi fortuna. Por otro lado, en Cuba no se pagaban impuestos y el whisky me lo suministraba Antonio de la Guardia, el poco que tomaba, y los Rolex son eternos y además hay que comprarlos en dólares; y si empleaba la bolsa negra, era para los Levis, que te podían salir en la enormidad de 150 pesos moneda nacional. ¿Pero cuántos jeans tu gastas en un año? Si acaso dos. Y por último, las compañeras ciudadanas mujeres, que es a lo que más tiempo yo he dedicado en mi vida. Pero en Cuba, realmente, en mi época, lo que le atraía a las ciudadanas no era el dinero. Creo que ni la palabra jinetera se usaba entonces. El Lada, para que tú veas, si ayudaba. Era un buen imán. Pero también deben saber y quiero hacer constar enfáticamente, que mi primer Lada me fue asignado por el compañero Antonio Pérez Herrero, secretario ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en 1983, y que hasta esa fecha nunca me faltó una compañerita al lado. Era un Lada 1500 S, color verde pálido, que yo comencé a llenar de los tarecos que me regalaban o que yo traía de mis viajes. Mas aquella época heroica de la infantería es algo para recordar. Un motivo personal de orgullo para Romeo el Peatón. Y en fin, que toda esta historia es para establecer el hecho de que gracias a Hemingway en Cuba yo fui el escritor más rico de Cuba durante un par de años. Agrego ahora que fue un libro hecho con devoción. Los primeros 50 ejemplares de la primera edición me los empaquetó con papel de estraza y cordel encerado, y entregó en la mano Rafael Almeida, que era viceministro de Cultura, en un llamado Combinado Poligráfico “Alfredo López”. Hubo una especie de ceremonia íntima, un ritual, y recuerdo que afuera del Combinado llovía a cántaros. Yo extraje dos ejemplares del paquete y firmé el primero. Para Fidel, por supuesto. El segundo tuve la cortesía de dedicárselo al propio viceministro Almeida, a quien también le comisioné que le hiciera llegar su ejemplar al Comandante en Jefe. Tenía que andar ligero puesto que en un par de horas más tomaba el avión para presentarme con mi cargamento en la Feria del Libro de Frankfurt. La segunda edición se produjo en el mismo combinado en noviembre de 1986. El único cambio era la cubierta y la foto en las guardas. Busqué una foto diferente para la portada y se me ocurrió la idea de aprovechar el reverso vacío de la chaqueta para incluirle un poster sobre el libro. Alberto Batista, que era el director de la editorial Letras Cubanas, compró de inmediato la idea y puso el Departamento de Diseño en función de su desarrollo. También llené las solapas con los elogios que pude recoger, sobre todo en la prensa extranjera, del libro y su buena marcha en el mercado. Una tercera edición del título, planeada por el mismo Batista y por mí como paperback, no pasó de las pruebas de plana, de las que expongo algunas en el presente blog. Las razones de peso principales para que las instancias superiores decidieran la supresión del paperback, es que Batista abandonó el país y a mí me capturaron en una balsa. Las numerosas notas y tachaduras en estas pruebas de plana atestiguan que la edición iba por el camino de conocer cambios. Las últimas dos hojas (inviolables los nombres citados) son testimonios de un asunto de mayor nobleza: que el escritor ha contado siempre con muchos amigos a la hora de enfrentar sus empresas.